El Retablo de San Juan Bautista


Coronación del retablo

En el presbiterio de la iglesia de San Juan Bautista se halla el retablo mayor, dedicado al santo titular de la iglesia, estilísticamente englobado en el barroco de mediados del siglo XVII, más contenido y clasicista.

Cuando se concluyen las obras de la iglesia, a finales de la década de 1620, se empieza a dotar el templo con obras muebles, entre las que se hace incapié en el retablo mayor. Concretamente, los visitadores del obispado de Burgos ordenan en 1634 que se haga un "relicario con columnas y figuras de medianilla". Tres años después se repite la manda. Finalmente es en los años de 1642 y 1643 cuando se realiza la obra.

El ensamblador del retablo fue Gabriel González de la Torre, natural de Castrojeriz, a quien se le pagan 950 reales en 1645. La labor de escultura es de Juan de Poves, artista que trabajó con frecuencia en Burgos, mientras que los lienzos fueron realizados por el pintor Jacinto Anguiano. En 1658 recibió el dorado y estofado, labor realizada por Cristóbal González de Prado.


Se compone de dos cuerpos y tres calles, más un coronamiento sobre la calle central y el basamento en la zona inferior.

Las calles laterales son de pintura, cuatro grandes lienzos que representan, abajo, escenas del santo titular (el bautismo de Cristo y la degollación) y, arriba, de la Virgen María (nacimiento y visitación). Las figuras son altas y delgadas, de un clasicismo manierista que guarda cierta relación formal con el estilo del Greco, aunque se emplea poca variedad de colores, dando preferencia al rojo, que contrasta con los fondos oscuros.


La calle central se compone de tres nichos, en los que se cobijan las esculturas de la Virgen y San Juan Bautista; en el cuerpo bajo se sitúa el relicario, adornado con columnillas y pequeñas figuras de santos y un crucifijo de marfil.

Las calles están separadas por columnas corintias con fuste estriado en hélice, que sostienen los entablamentos que delimitan los cuerpos. A ambos lados de la coronación, y sobre la misma, aparecen frontones interrumpidos con volutas y jarrones.


En época posterior se decora el muro del presbiterio, alrededor del retablo, con frescos semejando un escenario con cortinajes y flores, donde aparecen reflejados San Roque y San Antonio de Padua, los santos patrones de la villa.

Este retablo puede dar una idea de la situación económica del cabildo a mediados del siglo XVII; la época de esplendor de la villa ha quedado atrás, y ello se manifiesta también en las obras de arte.



Relicario del retablo

La labor escultórica, más cara, se sustituye por la pintura, y la parte del muro que queda a la vista se enmascara con un trampantojo imitando las formas más típicas del barroco.

En la actualidad, el estado general del retablo no es malo, aunque las tablas pintadas han perdido la intensidad de su color y los frescos del muro están desprendidos en muchos puntos.